La psoriasis (del griego ψώρα, picor) es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que produce lesiones escamosas, generalmente en codos, rodillas, cuero cabelludo, abdomen, ingles y espalda.
Aunque su origen es desconocido, esta puede ser producida cuando hay una alteración del sistema inmunitario que genera un exceso de células cutáneas, pues la velocidad de la mitosis en las células epidérmicas puede llegar a ser hasta siete veces superior al normal y que a veces se crean con presencia de glóbulos blancos (células T) en la piel.
Entre un 1 y un 3% de la población la padece y suele aparecer entre los 15 y los 35 años, aunque es más precoz en mujeres y en personas con antecedentes familiares, dada la gran carga hereditaria de esta afección dolorosa y difícil de controlar..
Además, cuenta con factores desencadenantes que provocan episodios importantes:
Entre otros, cabe destacar:
- Traumatismos: Es muy frecuente que las lesiones aparezcan en piel inicialmente sana que recibe un traumatismo, rasguño, etc., tras un de entre 3 y 18 días (fenómeno de Koebner).
- Infecciones: Es común que 2 ó 3 semanas tras una infección de vías aéreas superiores por estreptococos betahemolíticos se desencadene un brote de psoriasis.
- Fármacos: Tratamientos como las sales de litio, betabloqueantes, antimaláricos o AINEs pueden agravar la psoriasis.
- Factores psicológicos: El estrés emocional puede desencadenar un episodio de psoriasis.
- Factores climáticos: Los climas fríos se asocian a empeoramientos de la enfermedad, y los calurosos a la mejora.
- Factores metabólicos: La hipocalcemia y la ingesta excesiva de alcohol o la obesidad empeoran la enfermedad.
- Factores endocrinos: Se evidencian picos de máxima incidencia en la pubertad y la menopausia, mejora con el embarazo y empeora tras el parto.
Los pacientes son tratados principalmente con Análogos de la vitamina D:
Emolientes y queratolíticos, Ditranol, Esteroides, Alquitranes o Breas, Cacipotriol, Antralina, Acido salicílico, Ciclosporina, Retinoides, Corticoides tópicos.
Pero además de los tratamientos médicos habituales, es importante conocer recomendaciones y remedios naturales que pueden favorecer la mejoría de estos síntomas:
- Tomar el sol, baños en el mar y en lodo.
- Dejar al aire las heridas.
- Aplicar productos hidratantes.
- Aloe vera.
- Suplementos de Omega 3 y Omega 6.
- Aceite de rosa mosqueta, Árnica y Caléndula.
- Cardo Mariano.
- Ajo.
- Avena.
Pero, sobre todo se recomienda utilizar productos neutros para el cuidado diario de la piel y buscar ambientes cálidos y relajados para el día a día.
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